
Esperanza trabaja en la clínica Sebastián de Belalcázar, su consultorio es amplio, con vista a la calle. En el consultorio siempre se siente un olor a incienso, suave y sutil.
La vida ha llevado a Esperanza a dar pasos lentos y desicivos, ella es muy racional aunque ha tomado la decisión de ir a sesiones espiritistas para poderse comunicar con su madre que está en la otra vida. Aunque ella no sea tan crédula, tiene la fe, pues su mejor amiga Elena que es espiritista y asistente de la persona que se presta para esta encarnación, ósea “médium”, la ha convencido de asistir; ella ha encontrado paz pues a la primera sesión se pudo reencontrar con su madre fallecida ya hace 6 años, donde hablaron de cosas muy intimas y así mismo Esperanza pudo confirmar que con quien se comunico era el espíritu de su madre.
Esperanza lleva consigo el collar que le regaló su mejor amiga de la infancia cuando cumplió veinte años. Motivo por el cual siempre está ligada con su pasado y presente. Sin embargo, ella trata de equilibrar lo sentimental con lo rutinario.
Esperanza tuvo una buena relación familiar, vivió con su madre y hermanas hasta los veintiséis años de edad en la que se graduó como médica general. Después de esa realización laboral pudo recién pagar sus estudios de especialización como ginecóloga.
Con el tiempo y con tantos intentos de tener bebés siendo aún soltera y sin tener ninguna pareja estable, le diagnosticaron quistes ováricos, razón por la cual, no le permitía llevar a cabo su plan de ser madre.
Dentro de sus ideales no estaba el tener la familia ideal, pues cuando era niña tuvo que ver cómo su padre las dejaba por otra mujer; aparte de vivenciar el maltrato de su padre hacia sus dos hermanas. Trauma que le dejó según el psicólogo que tuvo que tratarla a ella, después de unos años y al resto de su familia.
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